No manches… tu vida

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez  

 

 

“No manches tu vida con una traición”, dice una canción. Ahora, cuando estamos en plena devaluación de valores y virtudes, resulta frecuente toparse con tantos casos de infidelidad matrimonial y, no es que este asunto sea nuevo ¡qué va!

No cabe duda que la fidelidad muchas veces resulta costosa, especialmente cuando la voz aterciopelada del cónyuge se convierte en una voz a tercio pelada, por no decir completamente pelada o sumamente grosera.

Personalmente me ha tocado escuchar, por parte de muchos hombres, que las mujeres sólo piensan en dinero, cuando las mujeres se quejan exactamente de lo mismo hablando de los hombres, y lo peor del caso es que todos los que lo dicen tienen razón. Cuántos hijos sufren de insuficiencia materno-paterna, pues sus padres querían hijos para trascender y cuando éstos crecen sólo los ven como una carga económica.

Cuántas vidas que se quedan en el simple follaje, en un afán desmedido de los bienes materiales, demostrando una inmadurez propia de la más tierna pubertad, reclamando a gritos y sombrerazos que se les respete su libertad para que puedan hacer lo que les dé la gana, cuando ni siquiera ellos saben, bien a bien, qué es exactamente lo que quieren; olvidando, por otra parte, lo que acertadamente dice un refrán inglés: “Freedom is not free”. La libertad no es gratis.

Hoy, cuando nos sobran elementos de juicio, lo que realmente nos falta es la capacidad de juicio para ponderar tales elementos. Nos sentimos dueños del universo siendo esclavos de nuestras pasiones. Ya no perseguimos la verdad, sino la comodidad. Dostoievski dice en una de sus novelas, que el secreto de la existencia no consiste en vivir, sino en saber para qué se vive y, con mucha gracia, Osvaldo Soriano comenta “estoy cansado de llevarme puesto”.

El almanaque es cruel, no lo olvidemos, y dentro de poco se nos habrá escapado la capacidad de amar que es la que le da sentido a nuestra existencia. Baste recordar que no podemos conocer el futuro, pero que en gran parte será como nosotros lo fabriquemos. Y que el auténtico amor es fiel, a pesar de los pesares.

Fomentemos, pues, la lealtad en los menores como una de las principales virtudes. Lealtad a los amigos, a nuestros compromisos, a nuestra patria, a nuestra familia, a nuestros principios personales, a Dios. Sólo en base a la fidelidad se puede construir un mundo mejor. Hagámosle menos caso a la mercadotecnia y comencemos por hacer un proyecto personal de vida donde los demás estén a la misma altura que nosotros y nos asombraremos de los resultados.

¿A usted le gusta cómo está el mundo? Tampoco a mí, pero no podremos mejorarlo si no luchamos cada día por ser mejores nosotros mismos.