La belleza del cuerpo humano

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez  

 

Hace tiempo escribí que no hay en el universo nada más bello que el cuerpo humano…bueno…, “algunos”. La verdad es que, desde cualquier punto que lo veamos, el ser humano es un invento insuperable. Ya sea desde la Anatomía, la Fisiología, la Psicología o la Antropología. Donde las cosas comienzan a fallar es en la Sociología, como bien nos lo demuestran los periódicos, noticieros y la Historia.
El cuerpo humano es una máquina insuperable (baste considerar, según la opinión de muchos estudiosos, que el mejor laboratorio del universo es el hígado). Por su parte, el alma del hombre con sus potencias superiores: Una inteligencia racional y una voluntad libre, enriquecidas con los sentimientos, que nos permiten conocer, razonar, decidir, amar, crear música…en fin. ¡Qué maravilla! Estamos ubicados en la frontera donde lo humano se une a lo divino.

Claro que no faltan quienes, en base a una actitud positivista, tratan de explicar dichas capacidades como si se redujeran a la pura actividad eléctrica del cerebro, pues se niegan a aceptar la espiritualidad del alma.

Pero tristemente nada en este mundo es perfecto y el ser humano también se puede descomponer. De por sí, constatamos a diario las mil manifestaciones de un desorden muy arraigado cada vez que la voluntad no le hace caso a la inteligencia, sino que, por el contrario, se deja arrastrar por los sentimientos. (Nota: Para abundar sobre ello puede consultarse cualquier telenovela latinoamericana).
Si buscamos aplicaciones sobre el valor que solemos darle al cuerpo, y aprovechar esto para ganar mucho dinero, valdría la pena proponernos ofrecer algún servicio que esté dirigido a mejorar la salud y la belleza de hombres y mujeres, como por ejemplo: Gimnasios, cirugías estéticas, alimentación dietética, aparatos de gimnasia, etc. Todo ello, de ser posible, de corte “naturista”; pues con tal de vernos más jóvenes y bellos somos capaces de gastar un dinero que no tenemos… ¡Faltaba más!, para ello se inventaron las tarjetas de crédito.

Sin embargo, el mayor problema se presenta cada vez que nos olvidamos de la parte espiritual de nuestro yo y sobrevaloramos nuestra porción puramente material.

Dicho sea de paso, desde hace tiempo me planteo un desacuerdo con los diccionarios, pues en ellos se dice que la prostitución es mantener relaciones sexuales con otras personas a cambio de dinero, pero si comparo esto con la práctica de un deporte, como en el caso del futbol o del tenis, me doy cuenta que se les sigue llamando futbol y tenis aunque se practiquen por puro placer y sin cobrar. ¿Será éste un asunto simplemente semántico, o tendrá también implicaciones morales? ¿Usted qué opina?