Los problemas de los inteligentes

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez  

 

Tengo la impresión de que ordinariamente en todos los niveles del ámbito académico, pero mucho más en el laboral, se les suele apostar a los inteligentes. Cosa distinta de lo que pasa en el ambiente familiar. Pero luego resulta que en el desempeño de las diversas actividades del ser humano, la inteligencia no siempre es el factor de mayor importancia. No resulta raro que la gente demasiado lista pueda tener problemas de integración social.
Por medio del procesador racional (inteligencia), y de su bodega (la memoria) tenemos la capacidad de engranar millones de datos que la experiencia, los estudios y demás medios nos proporcionan, para poder tomar decisiones; sin embargo, lo que quizás hubiera parecido una solución aceptable puede terminar en un error de cualquier tamaño, pues existen otros factores que intervienen en toda interacción grupal.
Claro está que las empresas se han percatado de ello desde hace mucho, y en los procesos de selección de personal procuran investigar –por medio de entrevistas junto con baterías de exámenes psicométricos, de habilidades y personalidad- sobre las distintas áreas que comprenden la actuación de los candidatos para un puesto determinado. Estos procesos de elección pueden ser insuficientes, entre otras cosas, porque las deficiencias de carácter y madurez personal donde encontramos vicios como celos, ambición de poder, soberbia, envidia, orgullo, egoísmo y otros defectos, no son fáciles de detectar y salen a relucir tiempo después, cuando las personas se encuentran interactuando con los jefes, compañeros y subordinados.

Esto me lleva a dos conclusiones: La primera es la conveniencia de poner más atención en los establecimientos educativos -de todos los niveles- en fomentar el espíritu de equipo en sus alumnos, en contra del desmedido afán de competencia que suele caracterizar a la mayoría de estas instituciones.

La segunda -sin duda más quimérica- se relaciona con el noviazgo, en cuanto proceso de selección del futuro cónyuge, ya que buena parte del éxito del matrimonio dependerá de dicha elección. Lo ideal sería tratar de racionalizarlo más para disminuir los riesgos, ya que el peor error que se puede cometer en esta vida es casarse con la persona equivocada.

Ojalá que desde pequeños se enseñara a los niños, de ambos sexos, a crear el perfil que desearían encontrar en la persona con quien deberán compartir sus ideales hasta la muerte. Nadie suele emprender un viaje sin saber a dónde irá…, excepto en el matrimonio.