Esas plumas

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez 

 

 

Está claro que, entre los editorialistas de los diversos “mass media” en el mundo entero, podemos encontrar desde las grandes plumas de ángeles, querubines y serafines, hasta plumas de las muy revolcadas urracas tercermundistas. Hay escritores que han ganado fama por sus grandes aportaciones a la literatura y a las causas nobles, como también aquellos que son conocidos por destrozar todo lo que tocan: instituciones, programas, proyectos, administraciones, partidos políticos, personas comunes y personajes de la vida pública, artística y deportiva. Estos últimos son quienes se ganan la vida cobrando por su silencio…, por no enfangar. Al fin y al cabo romper es más fácil que construir, pero siempre será una canallada.

Por otra parte, no resulta sencillo conjugar la elegancia de las buenas letras con contenidos repletos de datos verdaderos e interpretaciones objetivas, y son pocos quienes poseen la habilidad de condimentar temas interesantes con la sal del buen humor.

Quienes nos dedicamos a analizar la realidad, y publicamos nuestros muy personales puntos de vista, siempre estamos en espera de las visitas de las caprichosas y no asalariadas musas, pues como no trabajan bajo contrato, vienen, o no, cuando les da la gana. Sean siempre bienvenidas las ricas inspiraciones… y las sugerencias de los lectores.

Tremenda responsabilidad la de los políticos, periodistas, editorialistas, escritores, y comentaristas de radio y televisión en nuestro papel de forjadores de la mentalidad de nuestros conciudadanos. La información y la formación de la opinión pública están, en buena parte, en nuestras manos. ¡Cuánta frivolidad y palabra ociosa, cuando no vulgar y corrupta!

¡Qué visión tan pobre del ser humano, de la familia, del matrimonio, de la política y de la sociedad! Con frecuencia, quienes enarbolan las banderas de los derechos humanos no saben nada de Derecho y desconocen la sana Antropología. Y todo lo justifican en pro del factor económico y la diversión. Ese tipo de prensa nos empobrece y nos avergüenza.

La Ética de que muchos hablan y escriben, está vacía de contenido. A la falta de criterio y de respeto, la llaman libertad de expresión. Lástima que la calumnia y la difamación siempre serán un buen negocio.

Ojalá los lectores, los radioescuchas, los televidentes y los amantes del séptimo arte se tomen en serio su derecho a ser respetados y nos exijan, cada día más, a quienes participamos en estas labores; por lo menos para que no nos sintamos -y nos proclamemos- los dueños de las conciencias y portadores de la opinión de quienes no nos han elegido para ello.