Ese nefasto clericalismo

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez 

 

 

Con motivo de mi último artículo, me escribió un lector quien disiente sobre algunas afirmaciones. Lo cual nos ha llevado a intercambiar opiniones interesantes. Selecciono aquí algunos puntos.

-El lector firma sin anotar las siglas de su título universitario, pues dice: Creo que el capital y el valor de una persona está en su nombre y no en un título.

-A lo cual le respondo: Me parece que el conocer cuál es la profesión u oficio de alguien me permite saber algo muy importante sobre él, y nos facilita tratar los asuntos con mayor precisión, adecuándonos a su realidad para establecer un diálogo más fructuoso. Personalmente me daría mucho gusto que los jardineros, las amas de casa, los estudiantes y todos, se firmaran con su profesión, pues todas son dignas de respeto y admiración. En mi opinión los títulos no deberían ser exclusivos de los profesionistas universitarios.

-En otro momento me dice: Usted comenta que de nada le valió vestir de negro con el alzacuello que distingue a los sacerdotes. Por mi parte, siempre he visto como un signo de arrogancia el andar con alzacuello y de negro en la calle, centros comerciales, fiestas, convivios... ¿Por qué? Porque esto presupone un trato preferencial hacia ustedes.

-Respondo: Gracias a que visto como sacerdote, muchas veces he podido prestar apoyo a gente que no me conocía. Si los taxis no exhibieran que son taxis no podríamos solicitar sus servicios. Claro que con alzacuello se puede ofender a Dios ultrajando al prójimo, pero en lo personal vestir de esta manera me sirve todos los días para controlar un poco mis naturales impaciencias. Para mí, saberme en la vitrina me ayuda a luchar por portarme un poco mejor. Tampoco me parece ni justo ni conveniente que los sacerdotes no sepamos exigir nuestros derechos naturales y el respeto que toda persona merece.

Ahora bien, y tomando pie de otros reclamos de mi interlocutor, creo que toca un tema de gran importancia: El anacrónico y lamentable clericalismo que tantos problemas ha provocado a lo largo de siglos, pues la misión de los sacerdotes es de servicio -ministerio- de forma que hemos de ser los primeros en la prestación de ayuda a los demás, sin valernos de nuestra condición para beneficios personales. San Josemaría Escrivá insistió en este punto de forma muy puntual y clara.

El fundador del Opus Dei dejó bien claro que él estaba en contra de ese clericalismo malo, al tiempo que amaba con todas sus fuerzas el sacerdocio ministerial instituido por Jesucristo en su Iglesia. Entendía que el lugar del sacerdote se ha de limitar a llevar a Cristo a los demás con su predicación, su ministerio y su ejemplo sin aprovecharse jamás de los laicos.

Por mi parte sigo abierto al diálogo.