Mírame, estoy lista

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez 

 

 

Leo: “Tengo una hija adolescente. Cuando me acompaña a los centros comerciales y a otros lugares, me causa angustia ver a otras niñas de su edad con exceso de maquillaje, enseñando el ombligo, a veces perforado con un arete y el pantalón de mezclilla apretado que apenas les cubre la zona pélvica y en ocasiones luciendo tatuajes de henna (en el mejor de los casos)... Eso sin contar el cigarro en la mano.

“Yo le digo a mi hija que no quisiera verla así. Y es que no saben la connotación sexual que va implícita en ese lenguaje de vestimenta y actitudes. Están enviando un mensaje que se lee: Mírame, estoy lista, soy una mujer... Me estoy atreviendo a hacer algo que probablemente a mis papás no les gustaría ver, pero lo estoy haciendo porque quiero experimentar. Quiero demostrarme y demostrar a mis amigas, que… bueno, no sé exactamente qué es lo que quiero demostrar. Ah sí, quiero demostrar que soy mujer. No soy niña, eso ya pasó. Ya estoy teniendo lo que las mujeres tienen, y como sé que soy bonita quiero que los hombres se fijen en mí. Quiero ser una mujer de mi tiempo. Quiero hacer lo que otras hacen… bueno, no exactamente todo lo que ellas hacen, pero… yo no estoy tratando de hacer “esas cosas”…, a mí no me gustan. Tampoco es “eso” lo que trato de conseguir, pero si no hago lo que las otras, van a pensar que soy una niña tonta, que yo no me atrevo, que soy una santurrona y ridícula. Pero si se fijan bien, detrás de mi maquillaje exagerado, detrás de esta ropa risiblemente sensual y, sobre todo, detrás de mi mal ensayada actitud de mujer fatal, no hay más que una niña asustada, inocente y necesitada de afecto y atención.

“Como mamá todo esto me angustia... Están jugando con lumbre. No estoy de acuerdo en que vivan bajo el criterio de “a mí no me va a pasar”, o del: “hoy hago lo que quiero que al cabo, mañana me tomo la píldora”. Definitivamente esos remedios no pueden ser la solución a un problema de origen. Son sólo calmantes para las nefastas consecuencias que se pueden echar encima al ingresar a la actividad sexual que no saben y no pueden manejar.

“Deberíamos inventar una “píldora de la generación anterior", una píldora con una dosis concentrada de valores, de autoestima, de respeto por uno mismo... y así, quizás la vida de muchas jovencitas sería distinta. Pero quizás sea demasiado tarde. No creo que a estas alturas podamos arreglar la vida de muchas jóvenes que se están tirando al precipicio. Algunas huyendo de sus casas pues no soportan los problemas de sus papás. Y otras por hacerle caso a esos enamoramientos erráticos que las llevan a entregarse a hombres que no valen dos cacahuates”.

Estas líneas me ponen a pensar. Dios quiera que a otros también.