Las leyes y las muertas de Juárez

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez 

 

 

Qué triste me resulta hacer referencia a los crímenes cometidos en contra de mujeres en Ciudad Juárez. En cuanto a su número y a la persecución de los delincuentes me declaro ignorante, pues no tengo la más mínima idea sobre el seguimiento que se le haya dado a cada caso. Lo único que podría afirmar es que me parecería tan ruin que no se investigaran dichos delitos como los crímenes mismos; pues eso equivaldría a complicidad, y confío sinceramente en que esto no suceda.

Sin embargo, los invito a colocarnos dentro del peor de los escenarios, es decir, en el que delincuentes y algunas autoridades trabajaran de común acuerdo. Si tal aberración se diera, estaríamos ante un asunto de una espantosa delincuencia organizada y apadrinada por quienes tienen el deber de proteger a la sociedad.

Ahora bien, me parece que todavía habría algo peor: la posibilidad de que dichos actos no estuvieran catalogados como delitos, argumentando quizás que a las mujeres sí se les podía matar… no sé, por que estaban solas, o por que andaban mal vestidas, o por cualquiera otra razón. Un ejemplo de esta extraña forma de argumentar la encontramos en la postura antisemita de la Alemania nazi en la que se justificaba la aniquilación de las llamadas “razas inferiores”, y no olvidemos que Hitler llegó al poder gracias a un sistema democrático.

Sócrates afirmó en su tiempo, que la decadencia de Grecia se debía a la crisis de la vida moral de los atenienses. Más tarde, Aristóteles escribió que la persona humana se distingue del animal porque conduce su vida moralmente, por eso define al hombre como un “animal ético”.

Por su parte Cicerón, hablando del respeto a la Ley Natural afirma: “ciertamente existe una ley verdadera, de acuerdo con la naturaleza, conocida por todos, constante y sempiterna... A esta ley no es lícito agregarle ni derogarle nada, ni tampoco eliminarla por completo. No podemos disolverla por medio del Senado o del pueblo”.

Ahora que se están aprobando leyes que permiten el aborto, quisiera recordar algo que todos sabemos: la mitad de las personas asesinadas por ese medio ¡son mujeres! Es decir, estamos ante un número impresionante de feminicidios y, lo que es peor, ante la posibilidad de que dichos delitos no sean considerados como tales, pues algunos legisladores así lo consideran. Por lo mismo, no se tendrá que perseguir a quienes priven de la vida con lujo de violencia a esas mujeres -y a esos hombres-.

Si los legisladores aprueban este crimen estaríamos, pues, ante otro caso de delincuencia organizada, es decir, frente a los autores intelectuales, los sicarios y sus cómplices. Me pregunto ¿en qué tipo de gente puso el pueblo su confianza?