El precio de la cobardía

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez 

 

 

Hace poco un titular de prensa decía que, ante la creciente ola de violencia y las ejecuciones de varios policías de la zona conurbana de Monterrey, la IP protestaba ante las autoridades para que éstas tomen las medidas necesarias y terminen con ello. Sin embargo me pregunto, y les pregunto: ¿Qué ha hecho la Iniciativa Privada al respecto? No nos encontramos ante un problema exclusivo de delincuencia como si ésta hubiera surgido por generación espontánea. Estamos ante un problema moral que se ha forjado en la familia o, para ser más precisos, en el deterioro de ella.

Estamos, pues, pagando el precio de una degradación social cuyos componentes son, entre otros, el terrible desinterés frente a las desproporcionadas desigualdades sociales; nuestra cobardía ante la delincuencia; nuestra participación en vicios como el soborno y la aceptación del chantaje; la corrupción de muchos policías; el no haberle dedicado a la familia el tiempo y la atención necesarios; la cobarde comodidad de muchos padres que no han sabido ganarse la autoridad moral ante sus hijos en un ambiente permisivo por miedo a ser criticados como conservadores; nuestro silencio ante los medios de comunicación y entretenimientos insustanciales y ante una mercadotecnia amoral; y -de forma muy especial- ante una absurda pero muy constitucional educación laica.

No soy el único, ni el primero en denunciar que la culpa la tenemos todos. Es evidente que el consumo de la droga es mucho mayor y mejor pagado en los Estados Unidos, pero esa no es la causa de que nosotros seamos, necesariamente, los productores y comerciantes en ese putrefacto negocio. ¿Quién se atreverá a lanzar la primera piedra?

Desafortunadamente, en esta lucha seguirán cayendo más servidores públicos honrados así como gente inocente cuyo delito habrá sido estar en el lugar del atentado en el momento más inoportuno. Pero esto no lo arreglarán las autoridades policíacas ni el ejército. Esta película será de largo, muy largo metraje, como hemos podido ver en el caso de otras naciones. ¿Será, acaso, la policía la que deba reeducar a los cobardes narcotraficantes que se atreven a matar mujeres? ¿Con el ejemplo de algunos indignos maestros que se dedican a alborotar la paz social para reclamar sus “derechos” podremos formar niños y jóvenes responsables y buenos ciudadanos? ¿El promover modelos antinaturales de uniones que quieren comparar con la familia lograremos tener una sociedad sana?

El Salmo 2 dice: “¿Por qué se han amotinado los pueblos y las naciones meditaron cosas vanas?” y la respuesta está en la pregunta: Se han amotinado contra Dios por haber meditado en cosas vanas. La superficialidad también se paga y, como tristemente lo estamos viendo, a un precio muy alto. Es fácil culpar a otros, pero así no conseguiremos resolver nuestros problemas.