En un santiamén

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez 

 

 

Este domingo celebraremos la Nochebuena , víspera de Navidad, aunque muchos simplemente celebrarán una reunión familiar, no propiamente cristiana, pues el festejado no será invitado, y ni siquiera se hablará de Él.

Son muchos los ejemplos de cómo se ha ido descristianizando la vida personal, familiar y social como consecuencia de la falta de fe y del trato con Dios, a quien algunos suelen ver como un ser lejano o incómodo. Por otra parte, resulta interesante ver cómo nuestro idioma está salpicado con expresiones de contenido cristiano, como por ejemplo el famoso “santiamén”, que hace referencia a un período de tiempo ínfimo, y que debe su origen a lo que tardamos en terminar la bendición latina “In nómine Patris, et Fílii, et Spíritus Sancti. Amén”.

Personalmente me resulta preocupante, cuando al charlar con gente mayor, e incluso con jóvenes, me encuentro con una visión pesimista del presente y del futuro, sintiéndose derrotados. En definitiva esto no es más que una consecuencia del olvido de Dios. Es cierto que a veces la luz del sol no nos llega por las nubes que nos cubren, pero también es una realidad que con nuestras actitudes negativas somos nosotros quienes cubrimos nuestro cielo, y sin embargo, el sol siempre ha estado ahí. No cabe duda que cuando se ve la realidad -cualquiera que ésta sea- con ojos de fe, todo es más positivo, más claro… y más amable.

Con algo de buen humor y de humildad, y refiriéndose a sí mismo, me decía en una ocasión un señor: “Si Sansón derrotó a los filisteos con la quijada de un burro, ¿qué no podrá hacer Dios con el burro entero?”. Esa simpática idea me llevó a pensar que si un simple sacerdote puede convertir una botella de tequila vacía en botella de agua bendita, queda claro que Dios, con su poder infinito -envasado en gracia- puede convertir a un borracho en un santo. Cuánta razón tiene aquello de que “no hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro”.

Uno de los perores errores en la actualidad es que el hombre está perdiendo su maravillosa dignidad en cuanto ser humano, para convertirse en un costal de caprichos, pensando, quizás, que con esa actitud alcanzará la felicidad.

Tarde o temprano nos encontramos ante nuestras limitaciones y miserias -lo cual no es nada agradable- pero al llegar ese momento, habremos de recordar que no estamos en este mundo como un capricho de la auto-perfección de la materia. Venimos de una mente infinitamente inteligente y poderosa; además, si Dios se hizo hombre para salvarnos significa que su amor por nosotros no tiene medida.

Aunque a veces nos cueste entenderlo, lo que le da sentido a nuestras vidas es ese Dios-Niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre de Belén como clara manifestación de su amor por nosotros.