Sr. Presidente

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez

 

 

Sr. Presidente Felipe Calderón:

Una vez más me dirijo a un presidente de mi país, como lo he hecho en otras ocasiones, para hacerle algunos comentarios. Nada que usted no sepa, y como siempre, lo hago en nombre propio, pues en más de dos lustros de publicar en las páginas editoriales, actúo de acuerdo a mi conciencia.

Sería infantil suponer que usted pueda resolver los problemas de todos los mexicanos. Usted no es Dios, ni los mexicanos somos ángeles. Sin embargo, dado que la mayoría le ha otorgado un puesto preeminente al frente del Poder Ejecutivo, está comprometido con todos a realizar su labor de la mejor manera posible.

Hay quienes piensan que nuestro país está en crisis, entre otras cosas, porque el mundo está en crisis. Otros muchos afirman que la juventud y la familia están en crisis. De ser esto cierto, habríamos de concluir que el ser humano es quien está en crisis. Nuestros problemas más que económicos son de orden moral. No lo olvidemos, ni nos engañemos.

No somos un compás suelto en la sinfonía mundial, formamos parte de ella. Estamos sujetos, nos guste o no, a una serie de variantes políticas y económicas que tienen su origen en otros países, pero a muchos les costó muy cara nuestra independencia, y queremos ser realmente libres para poder ser responsables de nuestro destino como nación.

No somos Troya, pero -principalmente por nuestra indolencia- hemos permitido que en nuestra sociedad se infiltren caballos llenos de intereses torcidos que nos han hecho mucho daño. No es un secreto que nuestra sociedad carece de una sólida cultura y en parte se debe a una educación muy deficiente; a una mercadotecnia amoral y a unos programas de televisión insustanciales cuando no funestos. No me toca a mí hablar -como sacerdote que soy- de asuntos políticos.

Si muchos jóvenes están desorientados, es por culpa de los adultos que no hemos sabido ser guías coherentes y decididos para formar gente de valores al dejarnos arrastrar por la ley del menor esfuerzo, y por ser cómplices, no pocas veces, en corrupciones y sobornos. Si el narcotráfico ha impuesto sus modos violentos, cobardes y despiadados habremos de buscar las razones de ello en la falta de armonía familiar y en la poca solidaridad y cobardía, de autoridades y ciudadanos, ante los problemas de todos como sociedad.

Señor presidente: Gobernar es “ordenar”, o sea, poner orden; y en muchas ocasiones, dando órdenes. No queremos dictaduras. Pero tampoco deseamos falta de gobierno. Necesitamos a alguien que nos presida con modos respetuosos, que sepa escuchar, pero que actúe con mano firme cuando sea necesario. Dios quiera que también los diputados y senadores realmente trabajen como deben en pro de México y no de otros intereses.